Titulo: Cuando éramos niños.
Autor: Leonel Gonzalez
Año: 2017
Edición: @LeonelG_24
Fotografía: @Izhan_go
De niño me rompí el brazo al caer por una
pendiente detrás de nuestra casa.
Solía escapar de mi hermano y sus amigos; para aquel entonces
su única diversión era el pobre niño indefenso. Aquel día, probé por primera
vez, el sabor del césped mientras rodaba por el patio.
Era niño, a los niños puedes hacerle cualquier cosa, al rato
se le pasará y seguirá jugando. Me pasó así y con el tiempo, los amigos de mi
hermano me comenzaron a agradar; siempre que podíamos hacíamos algo juntos.
Éramos muy jóvenes para entonces, recuerdo cuando quedábamos
para acampar fuera de casa, era lo mejor. Mi hermano, como era costumbre,
contaba historias muy malas de terror, que en vez de darnos miedo, siempre
terminábamos riéndonos a carcajadas.
Cuando salíamos para el parque siempre nos perdíamos, era
como un don. Un don que nadie quisiera tener, pero al que intentábamos sacarle
el máximo provecho posible. Cuando nos perdíamos era toda una aventura; un rato
íbamos marchando y al otro estábamos compitiendo para saber quién era el más
rápido. Cuando íbamos caminando era riéndonos a todo pulmón, y cuando estábamos
parados en un sitio, alguno siempre tenia que salir con una broma. La verdad,
nunca descansábamos.
Allí, en la residencia donde vivíamos, hice varios amigos
más, los cuales perdí en el transcurrir de los años.
Como todo, me hicieron pasar momentos buenos y malos. Alguna
que otra experiencia que quisiera repetir, y otras que quisiera olvidar.
Mi pasión por la música aumentó cuando tenía 14, comencé a
tocar la guitarra y era bastante bueno, la verdad. A mis amigos y familiares
les encantaba que tocara la guitarra, tanto así que en las reuniones siempre me
pedían que tocase algo para ellos seguirme con el coro.
A los 15 años fue una locura. Comencé a ir de fiestas, a
emborracharme con mis amigos y a escapar de casa cuando mis padres dormían.
Fuimos a una excursión cuando tenia 16 años y recuerdo que
en aquel paseo, nos perdimos, si… Nos perdimos. Estaba a punto de anochecer y estábamos
en la cima de un cerro, y como ya se hacia tarde, decidimos acampar allí. Nos
sentamos en el suelo para mirar la puesta sol, mientras tocaba la guitarra.
Todos nos quedamos en silencio, solo se oía el arpegio suave de la guitarra. El
sol radiaba y brillaba con un cálido color anaranjado, en el cielo se veía como
comenzaban a difuminarse los colores para la entrada de la noche. Sin duda, el
mejor momento de nuestras vidas.
Recuerdo un momento gracioso, fue cuando mi hermano se le
declaro a una chica de su clase, lo hizo en público. Insistió para que le
ayudáramos, hasta que lo hicimos. Íbamos a llegar un día normal a la escuela y
cuando viéramos a la victima, acercarla a mi hermano. Todo pasó como lo
habíamos planeado, menos el desenlace final. La chica le dijo que no. Al
momento sentimos pena por él, pero luego comenzaron las típicas bromas. Desde
ese momento mi hermano aprendió que hay cosas que es mejor hacer y que pocos
sean los presentes, saco algo positivo al menos.
Han pasado varios años. Un amigo trabaja en una agencia y
está casado. Uno se dedica a vender zapatos, vive solo. Otro trabaja en un negocio con su esposa. Mi
hermano, juega futbol y en sus días libres trabaja en una tienda. Y yo, sigo
trabajando para ser un músico profesional. Si, hemos crecido.
Con estas personas me crié, no me arrepiento de nada en
mi niñez y mi adolescencia, no puedo esperar para ir a casa y volver a verlos.
Voy en camino y aún recuerdo aquellas calles, aquel sabor a césped, aquellas
noches fuera de casa, aquellos corazones rotos y aquellas risas que le daban
luz a nuestros días.
“Llevo mi guitarra, salgamos y volvamos a ver aquella puesta
de sol. Hagamos que hoy sea el mejor día de nuestras vidas, como cuando éramos
niños”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario